sábado, 6 de octubre de 2018
¿LA ARTESANÍA CHILENA SIEMPRE ESTUVO TAN JODIDA?
Aparentemente no. Según las últimas indagaciones que hemos estado haciendo con respecto a la historia de nuestro país, y por supuesto con todo aquello que tenga que ver con la Artesanía y con quienes aquí nos ganamos las chauchas a pulso (que todavía quedamos algunos), nos hemos ido dando cuenta que en estas tierras hubo, hace mucho tiempo, una verdadera fuerza popular de Artesanas y Artesanos que vivían de su trabajo, que se la jugaban por mantener a sus familias con eso y que tenían mucho orgullo de ser lo que eran, incluso para enfrentarse con las distintas "autoridades" de tú a tú cuando era necesario hacerlo.
Es por eso que en esta oportunidad queremos compartirles una breve cita de un libro que estamos leyendo sobre todas estas cosas (que ya les contaremos para qué tanta lectura), la cual ha llamado mucho nuestra atención, y que estamos seguros también llamará la de ustedes.
El libro es del Historiador chileno Gabriel Salazar, y se titula "Mercaderes, Empresarios y Capitalistas (Chile, siglo XIX)" el cual pueden conseguir en algunas bibliotecas de la Dibam. Y la cita es del Capítulo IV (a propósito que hoy se habla de la artesanía como "arte popular"). A ver qué opinan:
"El poder de la producción artesanal se hizo sentir en la economía chilena desde fines del siglo XVIII hasta fines del siglo XIX y aun más allá, pese a la «guerrilla política» que lanzó sobre ella la oligarquía mercantil. Uno de los factores que explican esta notable resiliencia fue la perseverancia que demostró el «bajo pueblo» en el sentido de consumir lo que el mismo pueblo producía. Por casi un siglo, los peones se vistieron con las bayetas que tejían sus mujeres, comían el pan que hacían sus mujeres, bebían las mistelas que ellas preparaban, usaban los estribos y espuelas que forjaban los herreros, las mantas y sombreros, las monturas y vasijas que se manufacturaban «en la tierra», etc. La preferencia por la producción artesanal criolla surgía del carácter comunitario de las faenas productivas, de la cultura popular y la identidad social que la dotaban de un sabor propio que ningún producto importado podía producir. La coherencia cultural interna de la economía artesanal constituyó un mercado pobre, pero de circulación cerrada, intensa, hermética. Los comerciantes ingleses intentaron, desde el principio, invadir con sus productos los rancheríos peonales y quebrar su coherencia cultural interna. Pero no pudieron. Intentaron luego fundar fábricas textiles en el mismo territorio nacional. Fracasaron. Por eso, al final, los astutos fabricantes de Lancashire decidieron, para poder penetrar en semejante mercado, fabricar ponchos y ceñidores del mismo tipo, textura y calidad de los que producían las hilanderas y tejedoras de la provincia de Maule. Por eso mismo, John Miers, empresario y viajero inglés, se quejaba en 1827 de que los tejidos ingleses no podían competir con los que tejían las mujeres chilenas:
No me extraña que nuestros tejidos no encuentren una venta mayor en Chile, cuando hallamos que estas bayetas, que tienen una yarda de ancho y son muy durables, se venden a 2 1/2 la yarda sin teñir, y a cuatro reales (o dos chelines) cuando están teñidas de azul*.
De este modo, los ingleses que llegaron en masa a Chile después de 1817 encontraron, dentro de la misma ciudad de Santiago, dos distintos tipos o niveles de mercado: uno de elite, centrado en las manufacturas importadas, y otro de pueblo, expandido por la producción artesanal. El primero, atrincherado en el Barrio del Comercio, en torno a la Plaza de Armas; el segundo posesionado del centro del la Plaza, de las calles colindantes y de todos los suburbios de la ciudad. En el primero se vendía «textiles importados y toda clase de cuchillerías y menaje» de alto valor. A lo largo y ancho del segundo mercado «se vendían las manufacturas locales: ponchos de lana y de algodón, sombreros, botas y zapatos, vasijas de oro o plata, mates de todos los tipos, candelabros, cadenas, ornamentos, alfarería, objetos de cobre y fierro, monturas y riendas, muebles, medias y textiles de todo tipo».
Y a finales del siglo XIX, otros observadores foráneos veían con no poca sorpresa que la plebe otorgaba una decidida preferencia a la manufactura popular que vendían los comerciantes ambulantes en puestos emplazados en las veredas y en el suelo, mientras despreciaban las mercancías importadas que, «en la vereda de enfrente», ofrecían los elegantes shops de estilo europeo. Muchos hacendados adoptaron también, para su uso diario, diversas prendas y utensilios (sobre todo ponchos, estribos, monturas, sombreros, mates y braseros) de manufactura artesanal y popular.
La lealtad del «bajo pueblo» hacia la artesanía criolla se manifestó no sólo dentro del territorio nacional, sino también fuera de él. La permanente emigración del peonaje allende las montañas, desiertos y fronteras creó, en el exterior, un mercado adicional para esta artesanía. La emigración no debilitó los patrones culturales ni las lealtades económicas de ese peonaje, sino al contrario: los fortaleció. De esto resultó una demanda externa por los productos de la industria popular y el desarrollo de un permanente flujo de exportaciones manufactureras. En 1886, la propia Sociedad de Fomento Fabril reconoció que, por entonces, las únicas «exportaciones industriales» que registraba el país provenían de la industria popular, y se remitía a los nacionales que, en busca de mejor fortuna, habían emigrado en gran número a los países limítrofes.
Solo el incremento del trabajo asalariado de hombres y mujeres en fábricas modernas montadas por técnicos extranjeros alteraría la lealtad popular hacia la producción artesanal. La emergente lucha de clases (orientada a «modernizar» el estándar de vida) haría el resto. Y eso ocurriría, sobre todo, a comienzos del siglo XX. Sería el fin del proceso popular de industrialización nacional."
¿Qué tal?
Si les gusta el texto (o disgusta), por favor no olviden dejarnos un comentario a ver qué les parece. Y por favor no olviden compartir este enlace (e intentar leer el libro).
¡Que tengan unos hermosos días!
Made y Sergio,
Fuerza de Artesan@!!
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