martes, 24 de julio de 2018

¿ES EL ARTESANO UN EMPRENDEDOR?


A propósito de lo que hablábamos en el texto "Quién es y Qué hace el Artesano", acerca del tema de "producir mucho para vender barato y ser competitivo en el mercado", es que hace unos días tuve una muy interesante conversación en casa de unos amigos muy queridos -a los cuales espero no haber ofendido con las barbaridades que les dije-.

El tema salió mientras disfrutábamos de un rico jugo de sandía que ellos mismos prepararon y con el que intentábamos capear el intenso calor de esa ajetreada tarde de enero.

Recuerdo que ese día intenté -no sé muy bien con cuánto éxito- explicarles que nosotros como artesanos distábamos mucho de ser "emprendedores", tal cual se ha entendido el término a lo largo de la historia y tal cual se entiende hoy el término en nuestro país. 

Ser Artesano y ser Emprendedor son dos cosas que no encajan ni aunque le pongamos vaselina a las palabras, pues los medios y fines de unos son radicalmente opuestos a los medios y fines de los otros.

Esto es algo que cuesta mucho entender en nuestra amada patria neoliberal, donde nuestra "cultura", es decir la forma en que intentamos vivir mejor, se reduce nada más que a la actividad comercial y donde lo único que se necesita saber para sobrevivir es que con plata se compran huevos.

Aún así sigue habiendo mucha confusión al respecto y la gente no sabe cómo diablos llamarle a su trabajo.

Les compartiré una historia al respecto.

Hace unos meses fuimos con nuestras artesanías a una exposición en el Centro de Santiago donde hubo de todo. Como las ventas fueron malas para la mayoría de los que allí estábamos, al final no nos quedó otra que ponernos a conversar entre nosotros mismos, comentando lo mal que nos estaba yendo y cosas por el estilo, consolándonos los unos a los otros, llorando sobre la leche derramada.

En eso conocimos a un par de chicas que estaban compartiendo el puesto. Una de ellas hacía unos maravillosos tejidos, principalmente en telar, mientras que la otra cocinaba unos panes y galletas increíbles.

Con ésta última fue con la que más hablamos sobre el tema de los emprendimientos y la artesanía, pues para nosotros, lo que ella hacía, tal cual nos lo había comentado, era efectivamente un trabajo artesanal en el que debía jugar con los elementos tales como el sabor, los olores y los ingredientes para obtener sus creaciones y encantar el paladar de las personas con las que compartía su trabajo. Yo le dije que para mí eso era culinaria, es decir, un arte, y por ende ella era una artista.

Por supuesto, el asunto no salió de la nada porque sí no más. Diez minutos antes ella me había dicho, tal vez sin ponerse a pensar jamás en el tema, que le estaba costando mucho trabajo llevar a cabo su "emprendimiento" y que nunca pensó que ser una "emprendedora" pudiera ser una actividad tan compleja.

Al parecer, ella nunca se había planteado que su trabajo consistía más en un arte que en formar una empresa, pero resulta que en este país, donde las palabras son escasas y con mucha dificultad podemos expresar lo que realmente necesitamos, si no le trabajas a nadie es porque eres un "emprendedor", o en su defecto un vago.

Por eso hoy todos quieren ser "emprendedores", es algo muy bien visto. Pero, ¿qué es verdaderamente un emprendedor?

Se hablaba ya de los emprendedores en los tiempos del "descubrimiento" del continente americano. De hecho los "conquistadores" españoles llevaban sobre sus hombros la pesada carga de la empresa del mismo nombre, la empresa de conquista -con todas las comillas que habría que ponerle a dicho emprendimiento, del cual eran promotores y responsables-. 



Endeudados hasta el cuello, tanto con la corona como con diversos bancos y prestamistas de la época, cargaron sus barcos de gente que, como ellos mismos, soñaban con encontrar riquezas ilimitadas en las tierras del otro lado del Atlántico, las cuales debían hacer suyas a cualquier precio, sin importar las consecuencias.

Es sabido que muchos de estos emprendedores obtuvieron lo que buscaban, alcanzaron sus metas y cumplieron sus propósitos; por supuesto que dejando en el camino los millones de cuerpos sin vida de los indios que habitaban estas tierras y que habían desarrollado aquí sus culturas, las que ahora recién estamos comenzando a descubrir y a valorar como corresponde.

También es sabido que a otros de estos emprendedores no les fue tan bien en la faena como a los anteriores, pues muchos de ellos, en lugar de encontrar riquezas, sólo encontraron la muerte. Y hoy la cosa no es muy distinta a como era en aquellos tiempos oscuros a los cuales nos acabamos de referir.

Hoy un emprendedor es una persona que espera obtener ganancias participando, la mayoría de las veces, de la distribución de los productos solamente como un intermediario.

Como tal, para obtener los mayores beneficios económicos, debe comprar algo barato para sacarle, por lo menos, el doble de lo que invirtió, en el menor tiempo posible.

Sin embargo, para encontrar algo que pueda comprar barato debe, en primer lugar: poseer un capital con el cual pueda comprar todo lo que necesita para echar a andar su negocio -una fuerte suma de dinero, que la mayoría de las veces no tiene y por el cual debe ir a pedir prestado-; y en segundo lugar: ir a los lugares donde distribuyan productos fabricados en serie en los grandes centros industriales del mundo, lugares que hoy por hoy se encuentran prácticamente que en cada esquina de nuestras ciudades.

Y es en este punto donde entra en juego, para los emprendedores, el tema de la competencia, un fenómeno del que les resulta muy difícil escapar, dado que todos ellos, casi siempre, se abastecen exactamente de lo mismo.

Es lo que se conoce como la ley de la oferta y la demanda, aunque a muchos no les quede realmente claro de qué se trata dicha ley.

Les compartiré una historia muy divertida al respecto.

A veces, cuando la cosa está muy mala, ayudo a un vecino a vender frutas y verduras en la feria, lo cual me ha permitido comprender los ires y venires del negocio.

Hace unos días mi vecino quiso hacer un gol de media cancha comprando 300 sandías, las que pretendía vender en las tres jornadas siguientes si el calor seguía como estaba.



Lamentablemente, para mala suerte de él, no fue el único al que se le ocurrió la fantástica idea de llenar el camión con las benditas sandías y, para peor, los días siguientes hizo frío y hasta llovió.

La idea era vender las sandías al triple del precio que él las había comprado, pero como el tiempo estuvo malo y las sandías no se movieron, poco a poco el precio fue bajando y bajando hasta que el último día de los tres ocurrió lo más revelador de todo.

Como la cosa no se vendía tal y como él esperaba, mi vecino, preocupado por las pérdidas que implicaría que el negocio no resultara, comenzó a ofrecer las sandías al precio que a él le habían dado originalmente sólo para recuperar la inversión de la semana.

Lo mismo hicieron los otros puestos, los que también, cada uno por su parte, habían comprado una partida de sandías con las que esperaban hacerse la américa.

De pronto todos comenzaron a gritar las sandías, ya desesperados por venderlas, y todos las tenían al mismo precio.

En eso mi vecino va y dice:

-¡A luka la sandías! ¡A luka! ¡Lleve bueno y barato!

Entonces, el feriante de enfrente, que también estaba vendiendo sus sandías, respondió:

-¡Aquí lo mismo!

Y mi vecino contestó, medio en broma medio en serio:

-¡Sí, pero aquí son mejores!

Yo no pude evitar reírme de buena gana, pues todo lo que estaba escuchando era realmente absurdo. Las sandías que todos estaban vendiendo las habían comprado en el mismo lugar y hasta es posible que fueran del mismo campo. Pero cada uno de los feriantes debía, para no perder la inversión, ofrecer una ventaja significativa de su mercancía, la cual, dadas las circunstancias, nomás podía ser el "mejor" precio.

En resumidas cuentas, la ley de la oferta y la demanda trata del precio de los productos, los cuales bajan si hay poca demanda y suben si no existe competencia, ya que la competencia nada tiene que ver con las cualidades de algo o alguien, si hablamos de la mera actividad comercial, sino simplemente con el precio y nada más.

Es por eso que algunos servicios en nuestra ciudad pueden darse el lujo de cobrar precios que en otros lados parecerían ridículos, como los del sistema de transporte, el cual es un rubro que en Santiago, por lo menos, no tiene competencia, por ende pueden cobrar prácticamente lo que quieran, porque la gente no tiene otra alternativa.



Todo lo contrario a lo que ocurre con los sueldos de los profesionales universitarios, los cuales año tras año han ido bajando dada la enorme competencia que hay en el mercado laboral, competencia que va en aumento sin ningún control y que ha ido dejando sin trabajo a muchos que en algún momento pensaron que endeudarse para estudiar era la mejor solución para salir de la pobreza, o por lo menos optar a una mejor "calidad" de vida.

Por suerte las obras de artesanía nada tiene que ver con toda esta locura, pues el verdadero artesano es un artista, no un comerciante. Sus fines tienen que ver con el arte y la cultura, no con obtener la mejor ganancia posible a costa de los demás.

¡Imagínense a un Dalí desesperado en la feria, con el bigote peinado, sudando frío y gritando que sus cuadros son buenos y baratos, sólo lo mejor y que lleve de lo bueno, caballero de lo bueno! Pues no, ¿verdad? ¡Sería una pesadilla!



Es por esto que el artesano no compra lo que vende, sino que moldea la materia a su antojo y le otorga una nueva vida y significado mediante las técnicas que ha ido aprendiendo con el pasar de los años.

Por eso la obra del artesano es su arte y su trabajo, y cada una de sus piezas es única, por ende no debe ni tiene que preocuparse ni de pedir prestado ni de la deuda ni de los vaivenes del mercado ni mucho menos de la competencia, pues las obras de arte no entran en esa categoría absurda de los negocios, ni pierden valor con el tiempo -como las sandías-, sino todo lo contrario.

Ahora bien, por supuesto que los precios de la artesanía tienen una lógica, o por lo menos deberían tenerla, aunque sea muy frecuente que los artesanos mismos no sepan cobrar por sus obras y prácticamente las regalen al momento de comercializarlas.

Dicha lógica no corresponde tampoco con la ley de la oferta y la demanda, pues si se cobrara por cobrar, teniendo en mente el único objetivo de ganar lo más que se pueda, estaríamos hablando sencillamente de usura. Pero de esta cuestión hablaremos en otro texto.

Y es que hay un valor intrínseco en las obras de artesanía que no tiene nada que ver con lo material. Hay que recordar que las obras del artesano tienen un valor inmaterial al ser objetos de arte y deben ser considerados y respetados como tal.

Nótese que hemos estado hablando de "valor" y no de "precio". Pues como ya hemos dicho, el artesano moldea los materiales a su antojo, imprimiéndoles su sello personal, su genio y creatividad, a los cuales es muy difícil, efectivamente, ponerles precio. Pero hay que tener una cuestión muy clara con respecto a esto, y es que cuando alguien adquiere una obra de artesanía está llevándose consigo no sólo una hermosa pieza de calidad trabajada a mano mediante el uso de la técnica, sino que además -aquí lo más valioso de todo- está llevando consigo una obra de arte que fue hecha por una persona inspirada.

Y bueno, de esto era de lo que hablábamos con mis amigos, los del principio del texto. Tengo la impresión de que a ellos les pasaba como a todos en algún momento, que como no sabemos qué palabras utilizar, porque sencillamente no las tenemos, metemos todo en el mismo saco.

Por esta causa ser artista aquí es tan complicado, porque nadie entiende qué diablos significa el arte, y para no complicarnos la vida sólo decimos: emprendedor o vago.

Pero ya es tiempo de terminar con eso.

¿No es verdad?



Santiago de Chile, 
Marzo de 2016.


Muchas gracias por leer ¿Es el Artesano un Emprendedor?,  el quinto capítulo de nuestro libro "¡Manos a la Obra!". Si te interesa saber mucho más de este arte que tanto amamos y de las terribles barbaridades que hemos tenido que soportar como artesan@s, debes estar pendiente de nuestras publicaciones. Pronto liberaremos el libro para que lo puedas leer completamente gratis, pues ya no tenemos ejemplares impresos disponibles. 


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¡Les deseamos a tod@s unos hermosos días!

Made y Sergio,
¡Fuerza de Artesan@!




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