Cuando los españoles llegaron a este continente venían en busca de una sola cosa: tesoros. Los que para ellos se traducían en la fácil obtención de metales y piedras preciosas, es decir, oro, plata, diamantes, y otros materiales de este tipo que tenían que sacar de la tierra para internarlos en el mercado europeo.
Esta ansia de encontrar tesoros con facilidad motivó a muchos hombres -verdaderamente a muchísimos- a cruzar el atlántico en busca de estos "tesoros", pues en Europa se había corrido el rumor de que aquí las riquezas de este tipo se encontraban, prácticamente, que tiradas en el suelo.
Desgraciadamente, para la mayoría de ellos, y como ocurre siempre con todo rumor, las riquezas que buscaban sólo se encontraban en abundancia en ciertos lugares del continente, como lo que hoy es México, Guatemala y Perú, pero la cosa cambiaba de forma radical cuando se trataba de otras tierras más lejanas, como fue el caso de lo que hoy es Chile y Argentina, donde de oro y plata -irónicamente- había poco y nada.
Es así que muchos de estos hombres, que habían venido en busca de estas "supuestas riquezas", tuvieron que ingeniárselas para sobrevivir a la situación de miseria en que su búsqueda incansable los dejó cuando no encontraron el famoso oro y tuvieron que ponerse a trabajar la tierra -que de eso sí había mucho- para extraer, con el sudor de su frente, otras riquezas, tal vez no tan apetecidas en Europa como las piedras y metales preciosos.
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Fundación de Santiago por Pedro de Valdivia. Óleo de Pedro Lira, 1888. (Fotografía) |
De este modo en Chile tomaron relevancia económica diversas actividades productivas como la agricultura, ganadería, la minería, el comercio y -¿adivinen qué?- la artesanía, en un contexto en que las personas tenían que saber y hacer un poco de todo para ganarse el sustento, ya que gente interesada en comprar estos productos no es que hubiera mucha. La economía chilena pasó a ser, por lo tanto, una economía de subsistencia, que les bastaba a los pobladores para cubrir sus necesidades de alimento, vestimenta y vivienda, y donde el hallazgo de grandes tesoros pasó a ser una especie de anhelo subconsciente que permanece vivo en la memoria colectiva hasta nuestros días.
Es el trabajo, entonces, lo que en nuestro país se posiciona como la actividad económica por excelencia, pues, aunque han pasado los siglos, y aunque muchos sueñan hoy con ganarse el Kino, ésta sigue siendo una tierra "comercialmente" pobre, en el sentido de que no existe, o por lo menos todavía no se han encontrado, reservas de algo que todos quieran comprar y que ofrezca pega y bienestar a todos, como es el caso del petróleo, por ejemplo, que a estas alturas, y viendo lo que ha pasado con los países que sí lo tienen, no se sabe si es una bendición o una pesadilla.
Nada de eso hay aquí, y el grueso de la población, como único medio de subsistencia, no tiene otra cosa que vender que su fuerza de trabajo. Tal vez los que tienen un poco más de plata pueden montar un pequeño comercio, que tienen que atender ellos mismos para ahorrar gastos, o pedir plata prestada para montar un comercio más grande, plata que se termina pagando también, la mayoría de los casos, con el fruto de otro trabajo (¡o pidiendo otro préstamo!).
Es que eso somos los chilenos y chilenas: trabajadores. Nadie puede negarlo. Y nuestra gran riqueza: lo que somos capaces de hacer con nuestras propias manos. Es aquí, justamente, donde siempre ha estado el valor de nuestra Artesanía.
En este sentido, no podemos separar una cosa de la otra, ya que eso sería algo tremendamente irresponsable, pues no podríamos comprender -como ocurre hoy- a qué corresponde, efectivamente, nuestra Artesanía si nos alejamos de nuestra historia.
Hoy se habla mucho de que la "verdadera artesanía" está ligada a cierto tipo de materialidades y técnicas que son, más bien, tradicionales, como la madera y el tallado; la plata, el cobre y la orfebrería; el cuero y la talabartería; la lana de oveja y el tejido. Sin embargo, por ejemplo en el caso de la madera y el tallado, ocurre algo muy simpático. Pues pareciera que si éste último se realiza sobre una madera para hacer cualquier cosa es artesanía, pero si se lleva a cabo sobre una goma para hacer un timbre, pues no. Lo mismo que el tejido, que si se hace con lana de oveja o con fibras naturales para hacer un tapiz o un canasto es artesanía, pero si se teje con hilos sintéticos para hacer una bolsa deja de serlo. ¿No son extrañas estas concepciones?
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Wanco Mapuche Tallado por un Artesano en una sola pieza en diversas maderas nativas. |
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Timbre tallado a mano sobre una goma por Lorena Pastén de Nativa Timbres para el taller Verde Limón. |
Originalmente la artesanía que hacían los pueblos era para satisfacer necesidades domésticas, como la escoba para barrer, el banquillo para sentarse, la ropa para vestirse, la alteza para lavar, las cubiertos y platos para servir la comida, los juguetes de los niños, etc., etc., Incluso la artesanía de los pueblos indígenas, mucho más avanzada que la del europeo en cuanto a sus lenguajes simbólicos, tenía una función similar. A ninguno de estos cultores primigenios se le hubiera ocurrido comprar alguno de estos utensilios, los que podían elaborar ellos mismos con sus propias manos y sus saberes que, efectivamente, eran transmitidos de generación en generación.
De igual modo ocurría, seguramente, con casi todos los materiales que utilizaban, los cuales, la mayoría de ellos, podían salir a buscarlos al patio de sus casas, a la naturaleza misma o extraerlos de los animales que criaban, pues la realidad del contexto se los permitía.
¿Pero qué pasa hoy con el artesano en cuero que vive en la ciudad, por ejemplo? ¿O con el orfebre urbano? Acaso este último tiene una mina de cobre a la salida del cuartucho donde vive con su esposa y sus hijos, en la casa que al mismo tiempo es taller, dormitorio, cocina y local comercial? ¿Acaso el talabartero cría a los animales, de donde saca el cuero, en el patio de su propia casa -si es que la tiene-, los lleva a pastar a la plaza del barrio y los sacrifica en la cocina para echar la carne a la olla, hacer prietas con la sangre y llevar la piel al taller?
Obviamente la realidad de nuestra artesanía ha cambiado con el correr de los siglos. Y si bien hay algunos artesanos y artesanas que en estos tiempos todavía pueden darse el lujo de salir a la misma naturaleza para obtener sus insumos, también existen otros tipos de cultores y cultoras que desarrollan una artesanía con materiales que provienen de una realidad económica completamente distinta, los que pueden ser industrializados y de factura extranjera, como hoy lo son -aunque usted no lo crea- ¡el cobre!, ¡el cuero! y ¡la lana!; o incluso reciclados, como las bolsas plásticas, CD´s, jeans, maderas, neumáticos y toda una gama de insumos que después de usados no sirven para nada, como suele ocurrir con toda producción industrial a gran escala.
Estos artesanos y artesanas de hoy, contemporáneos, urbanos y de primera generación un gran número de ellos, no sólo realizan sus obras u objetos con una materialidad distinta a la de la así llamada "Artesanía Tradicional", si no que han hecho de su trabajo una profesión con la que pueden servir a otros, conseguir su sustento y desarrollarse como personas, dignamente. Lo que era algo impensable en el siglo XVI en la Capitanía General de Chile, donde la artesanía era una práctica para satisfacer, exclusivamente, las necesidades del hogar.
Sin embargo, a pesar de todos estos cambios de materialidad y territorialidad que ha tenido el desarrollo de nuestra artesanía a lo largo del tiempo, hay un elemento que sigue presente hasta nuestros días, y es el que le da valor a todo lo que hacemos como Artesanos y Artesanas en la actualidad. Se trata del trabajo. Ya que aunque los materiales sean otros y las técnicas diferentes, el trabajo lo siguen haciendo las personas. Y este es el sello distintivo de nuestra artesanía chilena. Que no debe confundirse con otras "artesanías" que vienen del continente asiático, que muchas de ellas ni son hechas por personas, y si lo son, el trabajo es de hombres, mujeres y niños que, según se dice, ganan -literalmente- un plato de comida al día.
Nosotros en Chile no estamos muy lejos de eso. Con los precios estratosféricos de todo en nuestro glorioso mercado "libre", lo que queda de dinero después de pagar las cuentas, en poco tiempo más sólo va a alcanzar para comer, si es que no para respirar.
Pero el trabajo de los Artesanos y Artesanas tiene esa ventaja. Que el fruto de su labor es todo para él. O por lo menos debería serlo. En esto no hay explotación que valga. Sin considerar a los usureros que se llenan los bolsillos organizando ferias y a los tenderos, nadie más se apropia de la riqueza que generamos al transformar la materia con nuestras propias manos, como tristemente ocurre con los asalariados. Los explotados de la historia. Y aunque nuestra situación es un poco diferente, la batalla por los espacios comerciales nos ha dejado, desde siempre, en una situación de completa vulnerabilidad. Viviendo al día, como si no trabajaramos, sin derechos laborales, y mucho menos sociales. Si nos pasa algo, ahí quedamos, a la voluntad del Padre. Si nos enfermamos, ¡ojalá de un resfrío! Porque de un cáncer no nos salva nadie. Y si llegamos a viejos, que alguien se apiade de nosotros porque, con las ferias que tenemos al año, de cotizaciones ni hablar.
Esa es nuestra realidad. Aquí no hay oro y diamantes que valgan por sí mismos. No somos comerciantes ni tenemos capital suficiente para comprar piedras preciosas o materiales costosos que le suban el precio a nuestras obras. ¡Aquí toca ingeniárselas! Como a todos en nuestro país. Como siempre. Y ponerle el hombro a la pega si queremos ganarnos el sustento. El trabajo es el elemento más valioso de lo que hacemos, y cuando le ponemos precio a una obra o producto, es por lo que cobramos. El trabajo es nuestra riqueza, nuestro metal valioso, nuestra madera fina, nuestra piedra preciosa. Es lo que tiene que destacar en las muestras internacionales, lo que tiene que competir con las baratijas industriales que vienen de afuera al por mayor y con lo que tenemos que conquistar a las personas.
Y si este trabajo hermoso logramos complementarlo con la cultura y la historia de nuestra gente, no va a haber fuerza que pueda con el poder de nuestro ingenio y con el fruto de nuestra labor.
Hay que tenerle más fe a lo que podemos hacer por nosotros mismos, ya que es el camino que la historia nos ha trazado. De otro modo, habría que irse a vivir a otro lugar, o esperar que bajo este suelo se descubra, algún día, una materia prima que nos mantenga a todos sin tener que hacer nada.
Esperar sentados eso sí.
¿Qué opinan ustedes?
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Foto de un Kofqueche en cobre con iconografía Diaguita en proceso, trabajo del Artesano Carlos Gajardo en su Taller de la comuna de La Florida en Santiago de Chile. Marzo de 2019. |
¡Les deseamos unos hermosos días!
Made y Sergio,
¡Fuerza de Artesan@!
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