martes, 20 de febrero de 2018

CUANDO LES DIJE A LOS DEL SII QUE ÉRAMOS ARTESANOS Y NOS MANDARON A VENDER LO DE MEIGGS.


La primera vez que fuimos a Impuestos Internos a hacer una tasación para presentarnos a una feria como expositores nos ocurrió una anécdota que todavía no sabemos cómo tomárnosla. En lo personal, yo me la quise tomar para la risa en un principio, pero más adelante el tiempo mismo me ha hecho reflexionar en lo grave de este asunto, pues hay mucho desconocimiento y confusión al momento de ponernos a hablar de artesanía.

Corría el mes de diciembre cuando todo esto ocurrió. Nos presentamos temprano ese día en las oficinas del SII de Santiago Centro porque teníamos que hacer otras vueltas por ahí cerca y no queríamos que nos pillara la hora.

Cuando entramos a las oficinas y preguntamos dónde había que hacer la tasación, un caballero muy amable nos indicó el camino con lujo de detalles y nos deseó un lindo día. Al llegar al sector en que nos iban a atender nos alegramos porque prácticamente no había gente, así que nomás nos sentamos y esperamos unos pocos minutos. Nunca pensamos que el servicio fuera tan expedito.

En eso nos llaman para atendernos.

-Bueno -me dicen-, cuénteme, ¿en qué le puedo ayudar?

Ahí yo expliqué mi asunto. Les dije que vendíamos artesanía y que nos íbamos a presentar en una feria para exponer nuestro trabajo, que el evento duraba un día y que era en tal y tal parte.

Esa era la primera vez que nos presentábamos en el SII y esperábamos que la cosa no nos saliera más de unos cinco mil pesos, pues pensábamos que eso ya sería muy costoso -además de que por ese tiempo andábamos muy mal de plata y la verdad es que no sabíamos a ciencia cierta cómo nos iba a ir en el evento-.

La persona ésta que nos atendió ingresó mis datos en su computador y luego de un momento de suspenso me dijo muy tranquila:

-Bueno, para este evento el impuesto es de diez mil pesos.

¡¡Qué!! -Pensé para mis adentros-. De más está decir que se me revolvió el estómago cuando esa cifra salió de sus labios con tanta holgura, pues, aparte de eso, también había que pagarle a la gente de la feria por el puesto, lo que no nos había salido muy barato que digamos. Así que contesté perplejo, porque realmente me habían dado un golpe bajo:

-¡¡Diez - mil - pesos!! Oiga -le dije-, pero eso es mucha plata. Nosotros somos artesanos y yo no espero vender tanto...

-¡Aaahhh! No se preocupe -dijo interrumpiéndome-, que en ese lugar donde ustedes se van a poner la gente compra mucho, sobre todo en estas fechas. Si yo fuera usted hasta me consigo plata prestada para invertirle al negocio. Allí las señoras van y compran aritos a 6.000 pesos, los mismos que usted puede comprar en Meiggs a 200 pesos. Así que no se preocupe y pague nomás que la plata la van a recuperar súper rápido... 

En ese momento yo me quedé ¡plop!, sin dar crédito a lo que estaba escuchando, y me cuestionaba internamente: pero qué parte de la palabra "artesanía" no le había quedado clara a esta persona.


-Sí -le contesté-, pero nosotros hacemos todo lo que vendemos, no lo compramos, lo trabajamos nosotros mismos con nuestras propias manos. Somos artesanos, ¿me entiende?

-¡Aaahhh! -me volvió a decir-, pero tiene que ser un poquito más vivo. Vaya a Meiggs y compre lo que venden allá, son unas cosas hermosas que nadie va a saber que no las hace usted. ¡Siga mi consejo y va a ver que así gana más plata, hombre...

Yo nomás miraba a esta persona mientras me echaba en la cara todo su discurso de cómo hacerme la américa comprando barato y vendiendo caro a las señoras que no sabían nada de nada y que a nadie le importaba porque la gente compraba cualquier cosa. ¡Y no me lo podía creer! Hasta el día de hoy no termino de creer lo que nos pasó ese día en las oficinas del SII: ¡que me estuvieran vendiendo el dichoso impuesto como a cualquier persona que va a la feria a comprar verduras!

Después de eso mejor me quedé callado, pues ni modo de insistir en que éramos artesanos, lo que evidentemente esta persona no terminaba de entender.

Cuando salimos del lugar comentamos mucho lo que había pasado, dado que nos llamó bastante la atención. Y nos preguntamos durante algunos días qué fue lo que pasó ahí. ¿Por qué, a pesar de que fuimos claros y honestos en decir que éramos artesanos, nos insistieron tanto en que mejor era comprar lo que vendían en Meiggs?

Mall Chino en el Barrio Meiggs

Con el tiempo hemos ido comprendiendo el asunto. Y nos hemos dado cuenta de que no fue nada más esta persona del SII la que nos dijo todo eso porque se le antojó. Por supuesto que no. La cosa tiene raíces mucho más profundas. Y las podemos rastrear, con toda facilidad, incluso en la calle.


¿Usted se ha preguntado alguna vez de qué hablamos cuando hablamos de Artesanía? Probablemente aquí esté la madre del cordero. Pues en este país la gente entiende muy poco del tema, incluidos los mismos "artesanos". Y es que en Chile hay una idea muy confusa de este asunto.

Cuando nosotros comenzamos a hacer artesanía en serio, hace algunos años ya, vivíamos en México, donde tuvimos la oportunidad de compartir con muchos artesanos que constantemente se preguntaban sobre el tema y muchos de ellos tenían sus propias respuestas, muy interesantes todas ellas.

En ese sentido, nuestro país es muy diferente al México en el que nos tocó vivir, pues allá la artesanía tiene mucho que ver con lo cultural -por lo cual son conocidos en todo el mundo- y no como acá en Chile, donde casi todos los ámbitos de la vida giran en torno al negocio, el mercado y la ganancia.

Eso hace que la obra de artesanía sea opuestamente valorada aquí que en otros lados ya que los fines que tienen los "artesanos" -no todos claro está- son otros que no necesariamente tienen que ver con lo cultural, pues aquí el artesano, aparentemente, es aquel que vende artesanía y no el que la produce, lo mismo que el zapatero, el orfebre, el ceramista, el ebanista, etc., etc. En resumidas cuentas -y se me parte el corazón al decir esto-, nos hemos estado convirtiendo con mucha fuerza en un país de comerciantes donde lo único que importa es saber quién tiene el mejor precio y cómo le podemos ganar más a algo que no vale nada.

Pero hagamos un poquito de historia.

Nuestra actual palabra "artesanía", etimológicamente hablando, proviene por una parte del latín, la lengua de los antiguos romanos, y por otra del idioma griego, una cultura a la cual tenemos mucho que agradecerle -además de envidiarle-. Esto es muy interesante, pues la primera palabra es ars, la cual significa arte, tal como la entendemos nosotros hoy, mientras que la segunda palabra es téjne, la que significa técnica -de la cual también derivan al castellano nuestras palabras tejido texto-. Por ende artesanía es arte y técnica, entendiéndose que el arte es una expresión propia del espíritu humano y que la técnica es la aplicación organizada de un conjunto de conocimientos con el objetivo de hacernos la vida más llevadera.

En este sentido hay algunas cosas que aclarar con respecto a lo dicho anteriormente, dado que los antiguos no tenían desarrollada la industria como la tenemos hoy y las cosas no eran tan fáciles de conseguir como quien va al supermercado y se compra unos zapatos y ya estuvo. No. La cosa era muy distinta en esos tiempos, pues todo era hecho a mano y cuando hablábamos de industria nos referíamos a la artesanía, donde las cosas eran hechas con ingenio y el productor era el artesano, quien, por lo demás, solía ser el depositario de unos conocimientos que se le habían transmitido de generación en generación, las que cada una por su parte había realizado, asimismo, innovaciones técnicas, desarrollando así su propio arte. Entonces el trabajo era realizado a pulso por personas reales de carne y hueso, como usted o como yo, que derrochaban creatividad y destreza. Ambos, elementos importantísimos a la hora de distinguir el verdadero trabajo artesanal de las otras formas de producción de objetos para la venta, donde el ingenio y la destreza son útiles sólo para aprovecharse de los demás en favor propio.

Ahora bien, ¿por qué los seres humanos comienzan a hacer arte? Porque poco a poco nuestra gran familia ha ido descubriendo nuevas formas de disfrutar la vida, de excitar sus sentidos, y el arte, tanto su producción como su apreciación, son formas de cubrir otras necesidades que no corresponden a las del alimento y el abrigo. Es cuando las personas se dan cuenta de que la vida no es un castigo, sino un deleite, y que podemos hacer mucho más que vivir para obtener el sustento.

Así las cosas, no se hace arte como un trabajo -la palabra trabajo viene del latín y significa tortura-, se hace arte para deleitarse, para gozarnos la vida, para saciar las necesidades del espíritu, para sorprenderse y sorprender a otros, para compartir y lo más importante: para descubrir y descubrirse.

No por nada los Toltecas -un pueblo que habitó el valle central de México hace mucho- eran conocidos como los Grandes Artistas. Y estamos hablando de una de las culturas más avanzadas que han habitado este planeta.

Para ellos no saber tejer o cocinar era la barbarie. De hecho tenían un vocablo para las gentes así. Chichimecas les decían. Y eran aquellos que sólo vivían para obtener, con mucho esfuerzo y sacrificio, lo suficiente para comer.

Vista de Teotihuacán, México.

Esta cultura impresionante que desarrollaron los Toltecas fue la cultura Náhuatl, la cual es radicalmente opuesta a lo que nosotros entendemos hoy por el mismo término, y que podemos encontrar en los cientos de vestigios, principalmente obras de artesanía, que se siguen hallando hasta el día de hoy en sus ciudades más emblemáticas, como Teotihuacán, al norte de la capital mexicana, donde la principal tierra de cultivo era el espíritu humano y no la supuesta riqueza material y "satisfacciones" que hoy parece aportarnos a nosotros el dinero.*

A propósito de la palabra cultura, ésta es de origen muy antiguo y proviene de los cultivos agrícolas, donde lo que se trabaja es la tierra.

¡Y es que existe un cierto placer indescriptible en el hecho de hacer algo hermoso y lleno de significado con las propias manos! Eso es lo que quiere decir la palabra cultura -a pesar de que hoy estén completamente revueltos los significados-: todo lo que hacemos para vivir mejor, lo que podemos lograr de infinitas formas, aunque en los miedos de comunicación digan lo contrario. Esa es la verdad.

Pero bueno, ¿qué es la artesanía en resumidas cuentas? La verdadera artesanía es arte, ni más ni menos. Y el verdadero artesano un artista. Por eso es que la artesanía tiene que ver con lo cultural, principalmente, y por ello las obras de artesanía pertenecen al patrimonio humano.

Como tal, el verdadero artesano busca la materia con la cual expresará su arte -con lo que pretende saciar las necesidades de su espíritu-, la moldea a su antojo mediante la aplicación de una o varias técnicas -las que ha ido aprendiendo a lo largo del tiempo y perfeccionando-, le da su significado, la llena de su propia persona y le da un sentido que sólo él puede darle como ser único e irrepetible, haciéndose a sí mismo la vida más placentera y haciendo lo mismo con los otros.

Por esta causa, ser un verdadero artesano conlleva una gran responsabilidad, pues implica darle sabor a la vida hasta en los más pequeños detalles, darle sentido, forma y color a cualquier objeto, ya que la utilidad de las cosas no sólo está en que éstas nos sirvan, sino en que éstas nos saquen una sonrisa desde lo más profundo al momento de mirarlas, de tomarlas y llevarlas con nosotros, deleitándonos, conmoviéndonos, enseñándonos, volviéndose parte de nuestro ser.

En simples palabras, ser un verdadero artesano significa dotar de vida a los elementos, des-cubrir en ellos el alma y corazón que llevan dentro, como solemos hacerlo con nosotros mismos en la experiencia cotidiana de la vida, donde siempre hay algo que aprender o compartir para avanzar tanto en el cuerpo como en nuestro espíritu.

Vistas así las cosas, estoy seguro -y lo hemos comprobado nosotros mismos en el taller- que no existen motivos reales para que la gente no prefiera la hermosa artesanía que hacemos con tanto esmero.

¿Qué opina usted?

Santiago, Marzo de 2016.


Muchas gracias por leer ¿Qué es la Artesanía?, el primer capítulo de nuestro libro "¡Manos a la Obra!". Si te interesa saber mucho más de este arte que tanto amamos y de las terribles barbaridades que hemos tenido que soportar como artesan@s, todavía tenemos algunos ejemplares impresos y disponibles a sólo 4.000 pesos chilenos. 



¡Les deseamos a tod@s unos hermosos días!

Made y Sergio.

¡Fuerza de Artesan@!



5 comentarios:

Unknown dijo...

Buen articulo...me identifica. Gracias por tu fluir de las palabras...

Unknown dijo...

Me encantó leerles, sobre todo porque también me ha pasado que al vender mi producto lo comparan con otro más barato pero industrializado. Por eso debemos darnos el valor que nos corresponde como artesanos.

Sergio García. dijo...

Excelente tu exposición Sergio.Agradecido por tu mensaje para todos los que amamos hacer artesanía y para todos los que valoran la artesania y también para los que no saben nada de ella. Saludos afectuosos.

Unknown dijo...

Muy buena la explicación, los felicito, la verdad en mi caso le doy valor a mi trabajo y cuando me dicen que es caro, les pregunto amablemente, ¿sí les llevara muchas horas, días o meses en crear lo mismo, en cuanto estarían dispuesto a vender? El que no tengan los recursos para comprarla no significa que esté mal mi precio,porque el que sí sabe de que se trata y aprecia el trabajo hecho a mano, y no tiene para comprarlo de una hasta me compra en cuotas,pero también he visto muchas veces que el artesano mismo no valora su trabajo y a veces por vender algo bajan el valor a de su arte a precio de cosas que son en serie y hechas con máquinas y pasan a sobrevivir Y también mezclan su artesanía y cosas compradas en meiggs,o simplemente en las ferias de artesanía los organizadores de estos eventos mezclan todo, hay culturizar, también al artesano que valorice primero su trabajo, a muchos le da miedo poner en su debido lugar lo que hacen con tanto esmero, la pena que me da que cada vez hay menos artesanos y muchas técnicas se han perdido.

Cecilia Buenrostro dijo...

En el acontecer del productor artesanal, nos encontramos precisamente con funcionarios que no entienden el valor de la artesanía, como dices, hay que valorarnos primero, ya que sabemos el cariño y el corazón que le imponemos a cada pieza que elaboramos, exigir respeto y espacios dignos para mostrar nuestro trabajo.